ADHD, una enfermedad que está de moda
Fuente: Catholic.net
Autor: Lucrecia Rego
En los años 70’s, cuando yo era una niña, no recuerdo que alguna de mis amigas tuviera ADHD. Es
más, no recuerdo a nadie que tuviera eso tan raro: ni mis hermanos, ni mis primos, ni los primos de
mis primos, ni los hijos de los amigos de mis papás, ni los primos de los hijos de los amigos de mis
papás, ni nadie.
En ese entonces, según recuerdo, sólo existíamos los niños normales: traviesos, distraídos, rebeldes,
inquietos, juguetones, curiosos, parlanchines y ruidosos.
Recuerdo muy bien cómo los adultos nos llamaban la atención, haciendo comparaciones graciosas
con animales:
– Niña, pareces lombriz… deja de moverte.
– Niña, pareces cotorra… deja de hablar.
– Niños, parecen perros y gatos… dejen de pelearse.
– Niños, parecen caballos salvajes… esténse quietos.
Éramos sucios, olvidadizos, distraídos y desordenados:
– Niños, dejaron la cocina como un chiquero… vengan a limpiar
– Niña, tu mochila parece nido de ratones… saca todo de ahí
– Niñas, sus cajones parecen revoltijo… no salen hasta que los arreglen.
– Niño… ¿estás en la luna? Presta atención.
Algunos éramos de puro 10 en la escuela y otros de puro 6, a algunos nos gustaba leer y a otros no,
unos acabábamos rápido la tarea para irnos a jugar y otros se escabullían para jugar antes de
terminar la tarea, pero… todos éramos niños normales. Y eso sí: todos andábamos siempre llenos de
raspaduras y moretones en las piernas y brazos, pues hacíamos cosas realmente salvajes: nos
subíamos a los árboles, saltábamos del columpio, nos caíamos de la bicicleta, nos lanzábamos de
cabeza por las resbaladillas y nos deslizábamos por grandes pendientes, subidos tres o cuatro (sin
casco ni rodilleras) en carritos con ruedas de baleros.
Durante toda mi infancia y mi juventud, conocí sólo niños normales, pero de pronto…. algo sucedió
en 1988, que empezó a brotar en el mundo, como si salieran de debajo de cada piedra, una epidemia
de niños con un “desequilibrio químico en el cerebro” (que no es químicamente demostrable) que se
llama ADHD o “síndrome de déficit de atención e hiperactividad” y cuyos síntomas, curiosamente,
son exactamente los mismos comportamientos que tiene cualquier niño normal.
Se los enlisto, tal como los tiene publicados la Asociación Americana de Pediatría, en:
http://www.aafp.org/afp/20010501/1803.html, para que los que son papás de niños normales, se rían
un poco:
Un niño con ADHD, dicen los psiquiatras, es el que presenta al menos seis de los siguientes
síntomas:
Atención y concentración
1. Dificultad a la hora de establecer un orden en sus trabajos o pequeñas responsabilidades en la
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casa.
2. Le cuesta "ponerse en marcha" (para vestirse, hacer los deberes.....), pues se distrae fácilmente
con cualquier otro estímulo.
3. Presentan problemas para mantener la atención hasta finalizar sus trabajos (hacen dibujitos, se
distraen con el lápiz...).
4. Pierden u olvidan cosas necesarias (agenda, abrigo, bufanda, cartera, deberes.....).
5. Parecen no escuchar cuando se les habla.
6. Olvidan realizar sus trabajos cotidianos (cepillarse los dientes, recoger la ropa....).
7. Pueden tener problemas a la hora de seleccionar que es lo más importante.
8. Prestar atención a dos estímulos a la vez (por ejemplo: seguir lo que dice el profesor y tomar
notas al mismo tiempo).
Impulsividad
1. Con frecuencia actúan sin pensar.
2. Hablan en momentos poco oportunos o responden precipitadamente a preguntas que todavía no
se han acabado de formular (delante de una visita, a clase...).
3. Les cuesta obedecer las órdenes, no porque no quieran obedecer, sino porque no están atentos
cuando se les formulan.
4. Suelen ser poco previsores y olvidan planificar (se ponen a hacer sus deberes sin el material).
5. Interrumpen a menudo durante juegos o explicaciones.
6. Tienen dificultades para pensar antes de actuar.
7. Presentan dificultades para planificar.
Hiperactividad
1. A menudo mueven los pies y las manos o se levantan de la silla.
2. Van de un lugar a otro sin motivo aparente.
3. Se columpian sobre la silla.
4. Juegan frecuentemente con objetos pequeños entre las manos.
5. A menudo tararean inadecuadamente con la boca.
6. Hablan en exceso.
7. Durante el juego les cuesta esperar su turno y jugar de forma tranquila.
Les confieso que en 1988, cuando empecé a notar la epidemia de niños con ADHD en el colegio de
mis hijos, me preocupé, pues no sabía de qué se trataba tan famosa enfermedad, pero no me gustaba
nada ver cómo mis amigas vivían angustiadas por darle a sus hijos el Ritalin u otras drogas alternas:
Concerta, Focalin, Metadate, Cidrin, Cylert o Adderall.
Sin saber de qué enfermedad se trataba, me parecía francamente terrorífico que le estuvieran dando
estimulantes, sedantes, calmantes, anfetaminas o como quieran llamarlos, a pequeñines de seis o
siete años.
Veinte años han pasado desde entonces y en esos veinte años he tenido invitados a mi casa decenas
de niños que han sido diagnosticados con ADHD a los que yo misma (qué horror!) les he tenido que
dar su Ritalin, Adderall (o algo similar) en horario fijo y dosis exacta, por instrucciones de sus
mamás y como condición inexcusable para que se pudieran quedar en mi casa.
Hasta hace unos días (muy pocos) es cuando he tenido la curiosidad de meterme a averiguar qué es
esa extraña enfermedad que cada vez ataca a más y más niños de los que conviven con los míos.
Al leer los síntomas y la manera de diagnosticar la enfermedad, no supe si llorar o soltar una
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carcajada.
Tengo nueve hijos, el mayor de 22 años y el menor de 4. Y todos, absolutamente todos, han tenido a
lo largo de su infancia, no seis, sino veintidós de los veintidós síntomas de los niños con ADHD.
Que me regañen los psiquiatras, pero… estoy totalmente segura de que todos esos síntomas son
síntomas de un niño sano y normal. Esos síntomas no se curan con sedantes, sino con una sana
disciplina y atención de los papás y los maestros.
Ciertamente es más cómodo para cualquier mamá tener a un niño medio sedado, sentadito toda la
tarde en la tele viendo películas de Disney, que tener a un niño que brinca en los sillones, hace
experimentos con lodo y shampoo, parlotea e interrumpe en todo momento y corre como caballo
desbocado. Entonces, entiendo que haya muchas mamás interesadas en darles “pastillitas
calmantes” a su hijos, porque es más cómodo, pero… el niño enfermo es el primero y el sano es el
segundo.
Ciertamente es más cómodo para las maestras tener un grupo de niños atontados con pastillas, que
no se mueven de su silla y mantienen la vista fija en el pizarrón, que tener un grupo de niños
normales de siete años que avientan avioncitos de papel, ponen ranas en la silla del maestro, se
paran de su silla con cualquier pretexto y se ríen de las tonterías que se les ocurren. Entonces,
entiendo que haya muchas, muchísimas maestras interesadas en que los psicólogos les
diagnostiquen ADHD y les receten pastillas a sus alumnos, pero… los niños enfermos son los de la
mirada fija y los sanos son los otros.
Ciertamente es muy bueno para psicólogos y psiquiatras diagnosticar ADHD a sus pacientes sanos,
pues, según leí, dicen que es una enfermedad crónica que no se cura con el Ritalin (ni similares),
sino que “el paciente debe aprender a vivir con ella” y de esta manera aseguran un cliente que les
pagará periódica y puntualmente de por vida. Entiendo, entonces, que haya muchos, muchísimos
psiquiatras y psicólogos interesados en diagnosticar ADHD, pues es una hermosa enfermedad que
les asegurará una vejez llena de bonanza.
Se me ocurrió asomarme a los informes financieros de los laboratorios que producen el Ritalín. Los
pueden ver ustedes mismos en el siguiente enlace: http://www.novartis.com/investors/productsales.
shtml
Viendo estas cifras, 374 millones de dólares en el 2007 (sólo para Novartis y sólo por el Ritalin),
entiendo perfectamente que los laboratorios estén interesados en que se sigan diagnosticando cada
vez más niños, adolescentes y adultos, con esta enfermedad.
No creo que sea coincidencia, además, que los laboratorios que fabrican productos químicos para
evitar a los niños (anticoncepción), o para matarlos una vez concebidos (DIU y PDD), sean los
mismos que fabrican productos para mantener semidormidos a aquellos niños que no fueron
evitados ni asesinados a tiempo.
Ya en otras ocasiones he hablado de los intereses que existen en muchas organizaciones por
mantener “manipulables” a las personas, para influir en ellas con libertad y así “adueñarse del
mundo de las ideas, para lograr que sus ideas sean las ideas del mundo”. Con toda seguridad estas
personas también están interesadas en que los niños (especialmente los más listos e inquietos)
tomen “pastillas calmantes” y así sean dóciles y manejables por todo lo que vean y oigan en los
medios.
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Descubrí que, alrededor de este negocio, han surgido nuevos productos creados por psicólogos y
comerciantes que también han aprovechado la oportunidad de obtener ganancias fáciles con esta
“enfermedad”, cuyos síntomas son padecidos por TODOS, absolutamente TODOS los niños del
mundo. Terapias alternativas que ya no usan drogas, pero que son igual de caras, como la llamada
Neurofeedback, con la que ahora se venden un sinfín de productos, como cascos, lentes, videos,
juegos interactivos, libros, manuales, cuadernos y todo lo que se le pueda vender a un padre
preocupado por mantener quieto a su hijo “hiperactivo”.
Seguramente pronto aparecerá algún oportunista que, aprovechando esta suculenta veta financiera,
abrirá colegios, academias y universidades especiales para niños con ADHD, centros de ayuda para
padres de niños con ADHD, gimnasios, viajes, dietas y cruceros especialmente diseñados para
personas con ADHD y cosas por el estilo.
ADHD… ¿una farsa? ¿un grandísimo negocio? ¿comodidad para las maestras? ¿flojera de las
mamás? ¿interés por mantener “manejable” a una buena parte de la población?. Creo que es todo
eso.
Seguramente habrá muchos que me lean y digan que el Ritalin les salvó la vida, porque su hijo
verdaderamente era insoportable. Muy bien, no niego que esto sea posible. Siempre han existido
niños con desórdenes psicológicos que necesitan tratamientos y terapias especiales, sobre todo,
aunque no necesariamente, cuando provienen de familias disfuncionales.
Sin embargo… esto es un exceso. Según un estudio de la clínica Mayo, el 7.5% de niños entre 6 y
19 años en USA padece ADHD. ¡Eso son 7 millones de niños! . No pretendo negar que existan
algunos casos reales con problemas reales, pero… aquí hay claramente un abuso en el diagnóstico.
Si a mi hijo le diagnostican Anemia, puedo ver en los análisis de química sanguínea la falta de
hierro; si le diagnostican Leucemia, puedo ver el exceso de leucocitos en una biometría hemática; si
le diagnostican Cáncer, puedo ver en la biopsia las células mutantes.
¿Cuántos de ustedes, cuyo hijo ha sido diagnosticado con ADHD, han recibido los análisis químicos
en los que se ve, en números y porcentajes, el “desequilibrio químico” en el cerebro de sus hijos?
Hasta donde pude leer, no existen dichos análisis. ¿O sí?
Y, claro, como no hay evidencia química del tal “desequilibrio químico”, algunos han inventado que
lo que sucede es que no es “químico”, sino “genético”. Ah… pero no nos dicen cuál es el daño
cromosómico en los genes, pues ni siquiera analizan los cromosomas en el diagnóstico. ¿O alguien
ha visto los cromosomas dañados o diferentes de su hijo con ADHD? Creo que este es un cuento
aún más grande que el otro.
Hay quienes no se atreven a usar la palabra “genético” y dicen que es un mal “hereditario”. Por
supuesto que los síntomas lo son, pues un hijo de padres inquietos y parlanchines, aprenderá los
comportamientos de sus padres y los imitará. Pero… eso no es herencia, es simple imitación y no es
una enfermedad, ni de los padres, ni del niño.
El asunto es que a todos… los del “desequilibrio químico”, los del “daño genético” y a los que lo
adquirieron por “herencia”, a todos por parejo, los medican para controlar los síntomas.
Al leer la descripción de la droga, su manera de actuar y las contraindicaciones, también me quedé
helada. Yo no le administraría a mi hijo una droga que tiene diecisiete páginas de contraindicaciones
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y warnings acerca de sus efectos secundarios, sin una comprobación científica de que esa droga
equilibrará de nuevo la química supuestamente desequilibrada de su cerebro. ¿han leído esas
contraindicaciones y advertencias? Son aterradoras, hablan de daños cardiovasculares, hepáticos,
oculares, recesión en el crecimiento, infertilidad, alucinaciones, anorexia, psicosis, pesadillas,
agresividad, hasta casos de muerte. No estoy inventando, las pueden ver aquí, publicadas por el
mismo laboratorio: http://www.pharma.us.novartis.com/product/pi/pdf/ritalin_ritalin-sr.pdf
Lo que más me preocupa del tema, es el daño inmenso que se les hace a las almas de esos chiquitos.
A los niños que han sido diagnosticados con ADHD se les convence de que “son incapaces de
controlarse a sí mismos sin ayuda de la droga”. Eso me aterra. ¿Qué será de esos niños cuando sean
unos adultos, convencidos de su incapacidad de controlar sus acciones? A estos niños ya no se les
puede hablar de esfuerzo o ganas de aprovechar la fuerza de su carácter y sus pasiones para alcanzar
la perfección cristiana. Están totalmente convencidos de que son incontrolables y que si no toman
sus pastillas, no son responsables de sus actos y además son totalmente incapaces de hacer algo
bien.
Ya termino, porque debo ir a atender a nueve hijos que, hablando en serio, los nueve tienen todos y
cada uno de los síntomas de ADHD y… no están controlados con Ritalin ni nada parecido, así
que… los tengo que controlar yo, con pura disciplina y amor.
Les agradeceré sus comentarios, pues tengo a muchas amigas y personas muy queridas metidas en
este problema. En verdad es algo que me preocupa.
Lucrecia Rego de Planas.